Han pasado solo unos días desde la emisión del episodio final de The Walking Dead. Cada mes, cada semana, se estrenan nuevas series, mientras otras terminan. Así es el vertiginoso ritmo de la televisión actual, aún más desde que las plataformas de streaming entraron en juego. Pero, desde luego, el fin de The Walking Dead es diferente: tras 11 temporadas y 12 años de emisión, sientes que se va algo importante, algo histórico. Tanto a nivel sentimental si, como yo, eres de esos pocos fans que seguía viendo la serie, a veces más por cariño y fidelidad que por ‘enganche’, como si, simplemente, te gusta la televisión. Porque, al fin y al cabo, TWD es eso, Historia de la televisión.
De forma poética, todo empezó y todo termina en un hospital. El comienzo de esta serie que marcaría a la sociedad lo vivimos el día de Halloween de 2010, cuando se emitió el primer episodio. Ahora, más de una década y 177 episodios después, hemos asistido a su final definitivo. (Spin offs aparte, claro).
Es imposible no homenajear a The Walking Dead. A pesar de su ritmo irregular y de algunas carencias creativas, le debemos mucho. The Walking Dead nació en un ecosistema de televisión tradicional, siendo pionera en muchas cosas. Colocó en el punto de mira (y en el prime time) al género fantástico y de terror. Popularizó a niveles insospechados el subgénero Z (solo hay que pensar en la oleada de series y películas de zombies que surgieron en esos años). Fomentó la inclusión desde el minuto uno, con personajes diversos tanto racialmente como en materia LGTBIQ o discapacidad, como con tramas en las que mujeres y colectivos desfavorecidos brillaban. Hizo de los cliffhangers su seña de identidad y unió frente al televisor a familiar enteras. Se convirtió en un icono.
Ya ha llegado el momento de que The Walking Dead descanse y permanezca en el recuerdo como uno de los productos televisivos más importantes de todos los tiempos. Una serie intergeneracional que, a pesar de sus altibajos, se ha ganado un hueco en la meca de la televisión y, aún más importante, en nuestros corazones.
Igual que Negan sostiene su bate, igual que Rick sujeta su sombrero, igual que Maggie aprieta la mano de su hijo mientras sus ojos se empañan de lágrimas por los recuerdos, igual que Carol construye su propio destino e igual que Daryl se sube a su moto y no mira atrás… Igual que ellos, The Walking Dead es eterna.