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Carla se sentía extraña caminando sola por la calle a medianoche. Sí, esa era la palabra: extraña. No era católica, pero en ese momento rezaba para sus adentros mientras observaba cómo sus botas negras se hundían en los charcos de la acera. Suplicaba no cruzarse con algún conocido, ya que lo que menos quería en ese momento era mentir. Y, si se acababa topando con algún amigo, sabía que tendría que mentir. Sus suaves mejillas enrojecieron al pensar en el sitio al que se dirigía. ¿Qué dirían sus amigos? ¿Y sus padres? Todos la veían como una chica de veintisiete años ejemplar: educada, responsable y con un buen empleo. Vivía en un bonito apartamento a las afueras de la ciudad con su labrador Mickey y siempre se acordaba de felicitar en los cumpleaños. Cocinaba unas tartas estupendas y hacía poco que había aprendido a hablar alemán. Era una chica seria y normal, todo un partidazo. De hecho, tenía varios pretendientes, aunque ninguno le interesaba en absoluto. Fernando, por ejemplo, tenía una cara bonita y un BMW alucinante, pero le parecía un pedante. No le atraían nada ese tipo de hombres que solo hablaban de sus exigentes trabajos y de lo bien que jugaban al póker. Y luego estaba Santi, su amigo de toda la vida, un chico sencillo y encantador pero al que veía como un hermano, un primo, un oso de peluche o como cualquier cosa que no fuera un novio. En definitiva, le aburrían. Quería probar cosas nuevas y eso es lo que iba a hacer esa noche. Nadie podría sospechar eso de ella, una chica menuda, de rostro dulce y ojos grises tímidos. Pero iba a hacerlo y cada vez estaba más entusiasmada.

Según el navegador del móvil, llegaría en unos cinco minutos a su destino. Nerviosa, comenzó a retorcerse con los dedos un liso mechón de su melena azabache. Recordó el momento en el que había decidido embarcarse en esa aventura. Era domingo por la tarde y acababa de ver Ghost. Como de costumbre, había estado llorando unos quince minutos después de que la película acabara y no sabía como calmarse, Encendió el ordenador y estuvo curioseando algunos blogs de belleza que seguía, aunque rara vez ponía en práctica esos consejos. Sin saber muy bien cómo, acabó en una web de lo más extraña. El fondo era de un negro aterciopelado que contrastaba con el rojo sangre de las letras. «Algo más que sexo. Atrévete a vivir una noche infernal». Carla parpadeó varias veces y se ruborizó. ¿Sexo? ¿Hacía cuanto que no disfrutaba del sexo de verdad? ¿Es que había llegado a disfrutar alguna vez? Cuando estaba a punto de cerrar la página, se detuvo en la palabra «infernal». Es exactamente lo que quería, vivir una noche salvaje y sentirse ardiente y diabólica. Quería ser ella la que controlara la situación y estallar en llamas de placer. Sabía que eso no lo conseguiría jamás ni con Fernando ni con Santi y deseaba hallarlo sin tener que comprometerse. No quería que nadie la conociera ni le dijera lo buena chica que era; se moría por adentrarse en lo desconocido y sentirse, simplemente, deseada y libre.

El edificio parecía abandonado. ¿Se habría equivocado? Con cierto temor, se acercó a la puerta y buscó algún tipo de letrero, pero no vio nada. Pensó en darse la vuelta, pero había algo en su interior que le impulsaba a vivir esa experiencia, a pesar de no saber lo que se iba a encontrar. Se fijó en que en la parte superior del marco de la puerta había dibujado una especie de tenedor o tridente. Mientras se preguntaba qué quería decir, llamó a la puerta con manos temblorosas. Casi instantáneamente, la puerta se abrió, aunque no se asomó nadie. Carla no sabía si entrar o no, pero al ver que nadie salía a su encuentro, empujó poco a poco la puerta y se adentró en la oscuridad.

Al principio, no veía nada, pero se fijó en que unas luces rojizas y una débil música le daban la bienvenida en el fondo del estrecho pasillo. Caminó despacio mientras tragaba saliva y la luz roja se fue haciendo más intensa, casi cegadora. Respecto a la música, no era capaz de identificar el instrumento que sonaba, pero a medida que el volumen ascendía, se sentía más cómoda. Cuando llegó a la entrada de la habitación, sus tímidos pasos se habían transformado en un caminar sensual. Dejó caer su bolso y su abrigo gris al suelo y se preparó para ser otra persona.

Primero le vio a él: rubio albino, brazos fuertes y unas alas de plumas negras sobre su espalda. Ella, ataviada con un picardías de seda granate, le mostró una sonrisa de colmillos de plástico. También había un joven de ojos azules y rizos oscuros que llevaba en la cabeza unos cuernos largos de color cobre. A pesar de que Carla no iba disfrazada (en la web no especificaba nada), se sentía toda una vampiresa. Sin ni siquiera intercambiar una palabra, se refugió en los brazos del chico albino y le besó con una pasión que nunca antes había experimentado. Él le devolvió el beso mientras le arrebataba las medias con un brusco movimiento. Alguien le acariciaba el pelo por detrás y se percató de que era el otro hombre. En cuestión de segundos, Carla estaba sumida en un vaivén de euforia y placer. Se paseaba por el torso de los dos jóvenes, sentía sus caricias en inhóspitos lugares y cabalgaba en una carrera hacia el éxtasis. Se olvidó de quién era, de su trabajo, de sus amistades y del telediario que solía ver. En ese momento, solo le importaba continuar deslizándose sobre las sábanas de satén y encendiendo su cuerpo.

Casi se había olvidado de la chica de la cabellera pelirroja, que les observaba mientras jugaba con la tela de su picardías granate. Sin previo aviso, se acercó a ellos y besó con rudeza al albino. Primero atrapó su boca y después fue descendiendo al cuello, donde le mordió con sus colmillos de plástico. La sangre caía con fluidez y teñía su pálida piel, pero ella no despegaba sus labios de la herida, cada vez más profunda. Carla llegó a pensar que los colmillos podían ser reales, pero resultaría de lo más extraño. Extraña… así se sentía al inicio de la noche. Casi ya ni se acordaba de su aspecto recatado y de su nerviosismo mientras caminaba por las oscuras calles. Se había olvidado de todo, pero ahora volvía a ver a esa chica tímida escondida en un grueso abrigo gris. Poco a poco, la Carla desnuda y erótica empequeñecía un poco más y lo que veía a su alrededor le resultaba cada vez más macabro. Los colmillos, la sangre borboteante… ¿y si eran reales? Decidió levantarse pero el joven de los cuernos, que seguía abrazándola, le sujetó con fuerza el brazo. Su mirada era espeluznante. Carla trató de librarse de él porque quería escapar de allí. El chico albino había empezado a gritar, aunque eran alaridos débiles y lastimeros, porque apenas le quedaban fuerzas. No, no podía ser algo preparado, tenía que ser real. Lo que había comenzado siendo una fantasía sexual había desembocado en una pesadilla de la que no podía escapar. Trató de librarse de las fuertes manos que la sujetaban, pero era incapaz. Quería gritar, pero tampoco podía. Las lágrimas se deslizaron por su rostro sin maquillar y el terror se instaló en su pecho. Ya ni siquiera podía moverse, estaba completamente paralizada. Estaba viendo morir a una persona de la forma más cruel y sanguinaria que podía haber imaginado. Cerró los ojos con fuerza, tratando de escapar de ese lugar, y se mordió el labio inferior embargada por el pavor. No tardó en sentir el metálico sabor de la sangre sobre su lengua, lo que le provocó náuseas. Tragó saliva, intentando librarse de esa sensación y, armándose de valor, abrió los ojos. Ante ella yacía el chico albino con el que había compartido más que palabras con gran parte de su sangre derramada sobre su lechoso pecho y con los ojos claros abiertos de par en par en un gesto de horror. Eso sí, no había ni rastro de ella. Ni siquiera tuvo tiempo para parpadear una vez más. Sintió una nueva presencia a su lado que le demostró, en poco más de un segundo, que nada es lo que parece y que sus colmillos no eran precisamente de plástico.

Las mujeres de ‘The Walking Dead’

Si hace unos días hablaba de lo poco reconocido que está el género de terror, hoy quiero demostrar que es un género que no solo entretiene, sino que, a veces, difunde valores. Y es que ni los libros, ni las películas, ni las series de terror se basan simplemente en generar miedo en su público (algo que, por cierto, no es nada sencillo y considero muy meritorio), sino que sus historias y personajes muchas veces van más allá. Un ejemplo de ello es ‘The Walking Dead’, serie de la que también hemos hablado en otras ocasiones y de la que reconozco ser muy fan. La serie de AMC ha demostrado que no solo los zombies y las escenas puramente de terror conforman y guían la trama, sino que los personajes y sus personalidades son una parte esencial de la historia. Con esto quiero decir que ‘The Walking Dead’ es mucho más que una mera serie de zombies: es una historia que ahonda en los instintos humanos y en las relaciones personales. Pero, además, otorga gran protagonismo a los personajes femeninos y visibiliza a distintos perfiles de mujeres (y hasta las situaciones sexistas a las que se enfrentan), tomando una postura claramente feminista.

women the walking dead

Las mujeres de ‘The Walking Dead’ son muy diferentes entre sí, pero tienen en común el hecho de que no necesitan una figura masculina para superar situaciones adversas y que son capaces de todo por sobrevivir. En este post recojo solo algunos ejemplos de personajes femeninos de la serie que, a su manera, ayudan a cambiar el mundo. 
/Puede contener spoilers, sobre todo de las primeras temporadas. Si no has visto la serie, ya sabes/.

– Lori: Aunque todos los personajes son importantes y necesarios, Rick Grimes es el indiscutible protagonista. Su esposa, Lori, fue su gran apoyo cuando vivía. Rick es el líder y el que toma las decisiones del grupo, pero ella, que en los primeros momentos parecía estar a su sombra, influía mucho en estas decisiones. Demostró que no solo era «la señora de…», sino una mujer capaz de enfrentarse a situaciones extremas y de mantener la cabeza fría en los momentos más delicados. Además de ser muy persuasiva, destaca principalmente su instinto maternal: ni 100 zombies conseguían amedrentarla cuando se trataba de salvar la vida de su hijo Carl. Siempre velaba por el bienestar de su hijo y siguió adelante con el embarazo de la pequeña Judi, a pesar del sangriento y tétrico entorno. Reconozco que no es de mis personajes favoritos y que no me caía demasiado bien, pero hay que reconocer sus méritos y que su paso por la serie fue esencial.
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– Andrea: La rubia Andrea es otro personaje que ya no vive, pero no podía faltar en esta «lista». Desde el principio, demostró ser una mujer activa y luchadora. A diferencia de otras mujeres como Lori y Carol, ella no solía quedarse en casa ocupándose de las tareas domésticas, sino que acompañaba a los hombres en sus misiones y cacerías de muertos vivientes. Era ágil y su manejo de las armas era excelente, pero no respondía a la típica imagen estereotipada de «marimacho» (una palabra que no me gusta nada). En ocasiones, la literatura y el cine (y también las series) representan a las mujeres fuertes con características físicas muy masculinas, pero no siempre tiene por qué ser así. Andrea podía presumir de un cuerpo esbelto y un rostro bello. Era sexy, pero eso no le impedía tener iniciativa y apretar el gatillo cuando fuera necesario. Siempre destacó por su propia personalidad y disfrutó con libertad del sexo como hombres como Shane o El Gobernador, a pesar de las objeciones de algunos de sus compañeros. Hizo siempre lo que quiso en terreno sexual y personal, y también en su lucha contra los caminantes. Destaca también su relación con Dale, una especie de figura paterna para Andrea, que a veces se pasa de sobreprotector e intenta condicionar sus decisiones (eso sí, Andrea siempre hace lo que le viene en gana).
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– Maggie: Otro claro ejemplo de tía dura pero no «marimacho». Esta imagen femenina es buena porque corrige la concepción de que cualidades como el valor o la fuerza son atributos masculinos: se puede ser mujer (y no necesariamente con una apariencia masculinizada) y poseerlos. A lo largo de la serie, Maggie muestra varios tipos de amor: paternal, fraternal y romántico. Glenn es su alma gemela y no tardan en embarcarse en una relación sin complejos en la que se protegen el uno al otro.
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– Beth: La hermana de Maggie al principio me parecía insufrible. Tenía la sensación de que era la típica adolescente mimada y, aunque seguramente sea cierto que fuera un poco inocente por no haber salido nunca de su granja familiar, acaba demostrando que es una joven capaz de valerse por sí misma y de enfrentarse a todo. Se esfuerza por aprender a luchar y, además de aportar fuerza y habilidad al grupo, también proporciona diálogo y comprensión (de hecho, ella y Carol son las únicas que consiguen que el taciturno Daryl abra un poco su corazón). Por desgracia, muere, pero lo hace salvando a sus amigos.
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– Michonne: Al igual que personajes como Daryl, Michonne es única e irrepetible. Recordad, si no, la primera imagen que tuvimos de ella. A mí me impactó mucho ver a una mujer negra y de ojos penetrantes pasear como perros a dos zombies mancos y con una katana en la otra mano. Es, sin duda, de los personajes más fuertes, lo que demostró al lograr sobrevivir sola durante mucho tiempo gracias a su inteligencia, habilidad y valentía.
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– Sasha: Otra mujer dura y negra, y destaco lo de negra porque son muchas las personas de esta raza las que aparecen en la serie, algo que me agrada y más teniendo en cuenta episodios racistas como la matanza de Ferguson que en pleno siglo XXI se siguen produciendo en Estados Unidos. En la última temporada, es la única que piensa con la cabeza y no se confía de las comodidades que ofrecen (repentinamente) al grupo Deanna y los suyos, entrenándose y permaneciendo alerta en todo momento (a pesar de que a veces hace algunas locuras).
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– Tara y Rosita: Si uno a estos personajes es porque en lo que quiero incidir es en su relación. Y es que el lesbianismo es todavía un tema tabú, mucho más que las relaciones entre hombres homosexuales (aunque esto está empezando a cambiar como demuestran series como ‘Orange is the new black’). Tras el affaire que las dos jóvenes mantuvieron, Rosita se ha acostado varias veces con Abraham, aunque según apuntan los capítulos finales de la última temporada, esta relación podría volver a avivarse.
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– Dawn Lerner y Deanna Monroe, mujeres al mando: Rick es el líder del grupo al igual que Philip Blake, alias «El Gobernador», lo era del pueblo de Woodbury. Lo mismo sucedía con la granja de Hershel, en la que él ostentaba todo el poder. Pero estos líderes masculinos han dejado paso al poderío de mujeres como Dawn Lerner, que controlaba el Grady Memorial Hospital con gran efectividad y Deanna Monroe, jefa de la zona segura de Alexandría, poseyendo más autoridad que su marido y el resto de habitantes del pequeño «pueblo».
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Para acabar, he querido reservar el último lugar para el personaje femenino que, para mí, más ha evolucionado a lo largo de la serie y que creo que nos va a seguir sorprendiendo capítulo a capítulo:

– Carol: En la primera temporada, Carol era una mujer sumisa y frágil dedicada enteramente al cuidado de su familia. En silencio, soportaba cómo su marido la maltrataba física y psicológicamente, pero no se atrevía a contarlo por miedo y por su hija Sophia. Cuando su marido Ed muere atacado por unos caminantes que invaden el campamento, Carol puede por fin descansar y sentirse libre, aunque de momento aporta al grupo poco más que su habilidad en las tareas domésticas y su instinto maternal. Cuando su hija Sophia muere, Carol siente que ella también debe perecer. ¿Qué sentido tiene vivir en un planeta infestado de zombies sin lo que más quería en el mundo? Siente que ya no tiene nada que ofrecer, algo lógico teniendo en cuenta que su vida se había basado en cuidar a su hija y servir a su marido. Pero, poco a poco, y gracias a la ayuda de compañeros como Daryl, se da cuenta de lo importante que es entrenarse en la lucha, agudizar sus sentidos y convertirse en una mujer fuerte para así sobrevivir. Así lo hace hasta transformarse en la persona poderosa que hoy es, una mujer con sangre fría que ha salvado a sus amigos en varias ocasiones no solo mediante la fuerza, sino gracias a su inteligencia. Por ejemplo, es ella la que mata a Karen en la cárcel para que sus compañeros no se infecten del virus y acaba reconociéndoselo con valentía a Rick y a Tyreese, la pareja de Karen. En la última temporada, es la única que demuestra una confianza plena en Rick y utiliza todos sus artificios para conseguir armas en Alexandria. Además, es precisamente en la última temporada cuando denuncia los malos tratos que sufre Jessie por parte de su marido. Si algo me gusta de Carol es que simboliza la lucha y el poder de cambiar y avanzar. Creo que es muy positivo que se representen en televisión estos modelos de mujer, mujeres que vencen las adversidades y se superan a sí mismas. Ella fue víctima de violencia de género, pero logró salir de esa espiral de violencia y sumisión para convertirse en una mujer fuerte, poderosa, leal e imprescindible en la serie.
carol the walking dead