‘No soples mis velas en Halloween’ (Parte 2)

– Ya hemos llegado, Sum.
Alice estaba emocionada, era algo evidente en su voz. Se notaba que ella había sido la que se había encargado de todo, como todos los años. Le encantaba organizar fiestas y eventos, sobre todo para la que era una de sus mejores amigas. Summer sonrió. Era perfecto.
– Gracias, Alice. Gracias, chicos.
Y no pudo evitar mirarle. Bryan le devolvió la mirada y sonrió también. Todo estaba yendo como la seda.

La casa era enorme y presentaba un aspecto verdaderamente lúgubre. El tejado de pizarra azul estaba plagado de enredaderas que habían trepado por los grises y viejos muros. El paso del tiempo había roto los cristales de algunas de las ventanas, tras las que se podía entrever una tintineante luz.
– ¿Hay alguien?- preguntó Summer algo nerviosa.
– Espera y verás- respondió Rachel guiñándole un ojo.

Tras atravesar el ondulante sendero de piedra flanqueado por setos silvestres y hierbajos, Ed empujó el gran portón de madera, que se abrió lentamente emitiendo crujidos. El enorme salón estaba totalmente iluminado por decenas de velas de todos los tamaños y colores, que dejaban ver la elegante escalera de caracol de la mansión y los inquietantes retratos de los grandes cuadros. En el centro de la estancia estaba extendida una especie de mantel o sábana de color negro y grandes dimensiones, sobre el que descansaban vasos de plástico y algunas bolsas de patatas fritas y palomitas. Summer no podía creer lo que veía. ¡Le encantaba! Todo era tan tétrico y excitante… Sin duda, la mejor fiesta de cumpleaños de su vida.

Sentados alrededor del mantel, los amigos brindaron con cerveza y zumo de calabaza.
– ¡Por Summer! – entonó Alice alzando su vaso.
– ¡Por Summer!- coreó el resto mientras bebía.
– Gracias, chicos, de verdad. Me conocéis muy bien y ni os tengo que decir que me ha encantado la sorpresa. Jamás pensé que celebraría mi cumpleaños en una casa abandonada, en esta casa abandonada.
Y es que la propiedad en la que estaban tenía su historia y todo el pueblo la conocía. Nadie osaba acercarse mucho a los límites de la casa, pero Summer siempre había soñado con atravesar sus puertas y poder pasar un tiempo en uno de los lugares más emblemáticos y misteriosos de la zona. En los años 50, una humilde familia proveniente de Texas compró la propiedad, que había sido construida hacía apenas cinco años y su antiguo dueño, profesor de Matemáticas y escritor a partes iguales, se veía obligado a venderla por no poder seguir pagándola. La familia texana no podía creer en su suerte: había comprado una mansión maravillosa a un precio de risa. De hecho, decoraron la casa lo más suntuosamente que podían permitirse e, incluso, compraron en una subasta unos viejos cuadros de retratos de una antigua familia de aristócratas ingleses para otorgarle un aspecto más lujoso. Los primeros meses fueron maravillosos. El padre, Ronald Thomas, abrió una tienda de comestibles a las afueras del pueblo y el aspecto pintoresco del comercio atrajo a muchos clientes. Gina, la madre, se encargó de que la casa estuviera siempre perfecta y de que cada uno de sus recovecos brillara como el oro pulido. Y Dick, el pequeño de la casa, rápidamente se hizo muchos amigos en la escuela. Sin embargo, al cabo de unos seis meses, la suerte de la ilusionada familia comenzó a cambiar…

Todo ocurrió una tarde de otoño en la que el sol hacía compañía a un cielo blanquecino. Gina se había puesto su mejor vestido, el de color esmeralda, y también las perlas que le había regalado Ron en su décimo aniversario de boda. Había invitado a unas vecinas a tomar café y pastas, y tenía que estar perfecta. Acostumbrada a la dura vida campestre de Texas y a sus interminables y ardientes días en la granja, Gina no cambiaría su nuevo estilo de vida por nada del mundo. Era de esas personas a las que les encantaba aparentar, y ahora que tenía la oportunidad (una mansión enorme, melena de peluquería y trufas heladas en la nevera), no pensaba desaprovecharla. Tras repasarse los labios con su nueva barra color fresa, salió de su habitación para buscar al pequeño Dick.
– Dick, cariño, ahora quiero que bajes a saludar a las invitadas y después regreses a tu habitación a jugar. Y no me armes ningún escándalo, mi vida.
Al no obtener respuesta, la buena mujer fue hasta la habitación del niño, que seguramente estaría imaginando mil historias con sus muñecos de trapo y su tren de madera como cualquier otro niño de seis años. Al entrar en el dormitorio de paredes azules, Gina emitió el grito más desgarrador de su vida. Desde la colorida alfombra en forma de estrella, Dick observó a su madre con una macabra sonrisa salpicada de la sangre que fluía del cuerpo de una pequeña ardilla que yacía muerta sobre su regazo. Las manos de Dick, ensangrentadas, aún seguían escarbando en el cuerpo abierto y desgarrado del roedor. Gina no creía lo que estaba viendo, no podría creer que su adorado niño estuviera despedazando un animal con sus propias manos, unas manos diminutas que acostumbraban a mancharse de chocolate o ceras de colores y no de espesa y oscura sangre. Pero no tuvo más tiempo para pensar ni para entender qué habían hecho mal ella y Ronald al educar al pequeño. Solo él, Dick, supo cuáles fueron las últimas palabras de su madre.

La encontraron muerta, con la boca desencajada y los ojos claros abiertos de par en par, tendida sobre la infantil alfombra junto a la ardilla destripada. Su vestido verde se había teñido en algunas partes de color escarlata. Esta horrible escena era obra, nada más y nada menos, que de Dick, que se había precipitado por la ventana tras matar a su madre, pereciendo en el acto. Ni la policía ni nadie en absoluto sabía cómo un inocente niño de seis años había conseguido rasgar la piel de su madre y del pobre animal con sus pequeñas y suaves manos. Cuando Ronald recibió la llamada de los agentes policiales, que le pidieron que acudiera a su domicilio inmediatamente, jamás se imaginó que su mujer y su hijo estarían muertos. Sus gritos y sollozos se escucharon en toda la calle. El hombre quedó tan traumatizado que, apenas un mes después de la tragedia, lo encontraron colgado de su corbata en la lámpara de su tienda, mientras el letrero de “Closed” continuaba balanceándose como intentando lanzar un aviso a los que caminaban de forma apresurada y distraída ante el acristalado comercio.

– (Parte 1) ‘No soples mis velas en Halloween’

– (Parte 3) ‘No soples mis velas en Halloween’

Terror japonés, delicia freak.

AVISO IMPORTANTE: Este post es solo apto para personas con un grado de «freakydad» superior al 75%.

¿Conocéis «Battle Royale»?
Un resumen rápido y gráfico: LIBRO – PELI – COMIC

Lo cierto es que yo conocí primero la película gracias a la recomendación de un amigo (freak, por supuesto), un largometraje basado en un libro que se convirtió en best seller debido a la polémica que suscitó. La película generó todo un fenómeno fan, por lo que el autor del libro, Koushun Takami, creó un manga de la historia del libro.

battle royale

Y os preguntaréis, ¿cual es el argumento?
Bueno, lo cierto es que los japoneses no se han complicado mucho la vida, pero gracias a su excentricidad y a una imaginación macabra han llegado al éxito.

Para controlar a los rebeldes adolescentes, el Gobierno organiza cada año un «juego»…
Los alumnos del instituto de Shiroiwa están ilusionados por realizar una supuesta excursión cultural, pero lo que no saben es que se dirigen a una deshabitada isla en la que se llevará a cabo el macabro juego… Las reglas son muy simples: cuando pasen tres días, solo puede quedar un estudiante en la isla. Para ello, los compañeros deberán matarse entre ellos hasta que solo quede un superviviente y, en caso de no suceder eso, unos collares metálicos que lleva cada uno en el cuello explotarán. Simple pero escalofriante.

Y, en mi opinión, no es una peli friki sin más. Puede plantear una pregunta: En casos extremos, ¿seríamos capaces de matar a seres queridos para sobrevivir? Parece fácil pero… bueno, mejor no verse en la situación.

Aun así, lo que más llama la atención del film es la forma tan despiadada que tienen los alumnos de matar a sus propios compañeros. Cada joven tiene un arma distinta (desde una metralleta hasta unos simples prismáticos), y con ese arma tienen que defenderse y acabar con la vida de los demás para salvar la suya. Algunos sucumben al terror y acaban suicidándose, pero la mayoría deja a un lado todo tipo de compañerismo y dispara, clava estacas o decapita a quien intenta impedir su victoria.

battñe royale

Una película para pasar un rato de sufrimiento que… ¡está en Youtube!   ( http://www.youtube.com/watch?v=tooORxF8pPU )

¡Ah! Y para los que se queden con ganas de más hay una buena noticia. Existe una segunda parte de «Battle Royale» (no basada en ningún libro), aunque no puedo opinar porque no la he visto. En cuanto a la primera parte, aunque es muy desagradable y no apta para gente con miedo a la sangre, mantiene la tensión hasta el último minuto.

battle royale

Y es que los japoneses nos ganan hasta en locura…

Escritores terroríficos: JOE HILL.

Ahora que se acercan las vacaciones el tiempo libre se nos amontona y, a veces, no sabemos como llenarlo. Aparte de soñar con zombies y calderos llenos de vísceras, un buen pasatiempo puede ser la lectura. Y por supuesto, Shakespeare aparte, no hay nada mejor que un buen libro de terror que te deje petrificado en pleno tren o que consiga que te hagas pipí en la cama y no puedas pegar ojo. No obstante, no conoces ningún libro que te haga pasar verdadero miedo pero cuyo argumento no apeste, sino que te sorprenda. No te preocupes, esa pesadilla se va a acabar…

Os presento a JOE HILL, un escritor estadounidense que está cambiando las nociones clásicas del terror. Os puedo asegurar como lectora y amante de las historias sangrientas que no os dejará indiferente. Os recomendaré los dos libros que yo me he leído de este autor que, casualmente, son los más conocidos. ¡Ahí van, pequeños vampiros!

Fantasmas: Para cada noche, una historia. Sí, lo que lees, este libro agrupa 14 historias fantasmagóricas y espeluznantes que te dejarán helado. Desde monstruos imposibles y babosos que arrasan insistitutos y devoran hasta la pizzara hasta extrañas apariciones de espíritus en bosques misteriosos. Sí, hay argumentos e historias para todos los gustos y estómagos. En mi caso, no me gustan demasiado las de efectos especiales (veáse la del Niño langosta) y prefiero las de misterio y sanrgientos fantasmas que regresan del mundo de los muertos. No obstante, lee y opina tú mismo.

El traje del muerto: Increíble, maravillosa, orgásmica. Así defino yo esta obra en la cual me enamoré de Joe Hill. ¿Por qué me gusta? Porque no es la típica historia de terror que ha explotado la industria hollywoodiense. En este caso, el protagonista es un excéntrico rockero asquerosamente rico que gasta su fortuna en macabros artilugios (partes del cuerpo humanas, terroríficos talismanes, una película porno con final sangriento, etc.). Su última y carísima adquisición es el traje de un difunto que acabará perturbando su paz y que está bastante ligado con su vida, más de lo que él cree. Terror, rock, sexo, misterio… este libro tiene de todo. Recomendadísimo.

Y esto es todo por hoy. Espero que disfrutéis con Joe Hill y su extraordinario sentido del… terror.

El otro lado del arte.

El pintor solitario nunca había tenido ante sus ojos nada igual. Era la modelo más bella y sensual de la tierra, una auténtica musa para él. El pintor dejaba volar su imaginación, evocando mil historias de las que la joven de hechizante belleza era protagonista. La imaginaba como sirena o como una ninfa, como una princesa o como una salvaje; de todas las formas posibles estaba igual de bella. El pincel se desplazaba lentamente por el lienzo trazando las curvas imposibles de la joven, aquel cuerpo de mármol desnudo. Su piel de color blanco nevado contrastaba con sus sedosos cabellos azabache que caían sobre sus pechos dibujando elaborados y a la vez despeinados bucles. Sus ojos parecían esmeraldas incrustadas en aquel rostro cincelado que regalaba al pintor una estática y atractiva sonrisa. Apartando a un lado la profesionalidad, el pintor reconocía a su conciencia que estaba deseoso de poder besar esos labios rojo bermejo y perderse en esas curvas infinitas de suave textura. La joven reposaba sobre aquella butaca roja, combinada con sus gruesos labios que en ese preciso instante el pintor coloreaba en el lienzo.
El pincel resbalaba con cuidado, dejando un rastro rojo pasión por donde pasaba.

– Te va a gustar, querida – le dijo el concentrado pintor a la misteriosa modelo.

El pintor siguió plasmando en el lienzo la belleza de aquellos labios sobrehumanos, cuando se dio cuenta de que el pincel estaba casi seco. Todavía quedaba una parte de los labios por rellenar de color carmín.
El pintor se incorporó de su bitaca y, pincel en mano, se dirigió a la desnuda y preciosa joven de infinitos cabellos e interminables piernas. Se agachó y se encontró con su verde mirada, con aquellos ojos abiertos y perdidos en otras historias. El pintor acercó su boca muy lentamente contra los rojos labios de ella, regalándole un delicado beso.
Después, acercó el pincel al vientre de la joven, introduciéndolo en la desgarradora herida de la que brotaba brillante sangre que manchaba la blancura de su piel. Cuando el pincel se tiñó de rojo, el pintor se sintió satisfecho y dedicó una sonrisa a la yacente joven.

– Te estás portando muy bien, querida.

Se levantó y se dirigió a su butaca frente al lienzo. El pincel estaba listo. Y, con aquella sangre de especial brillo terminó de dibujar los labios de aquel bellocadáver que posaba frente a él, de su musa muerta.